30
Jun

Fa´a Samoa

Fa´a Samoa

Sin dudas las buenas historias, son aún mejores cuando el o los verdaderos protagonistas son quienes las cuentan. Estas líneas son el mejor ejemplo de ello, y por eso, (Javier Tessio), te cuenta en primera persona una experiencia inolvidable que vivió en tierras samoanas. Pasá y disfrutá de un fantástico e inolvidable relato.

“Como parte del WAMBOO TOUR, el primer paso en la peripecia fue el estado de Samoa. Muchas cosas me vinieron a la cabeza antes de partir rumbo a un país, sin lugar a dudas, muy distinto al nuestro. Supuse que lo que más iba a disfrutar iban a ser sus playas paradisíacas, arrecifes turquesas, arenas doradas, peces de todos los colores, cascadas y  los espejismos que se forman en sus lagunas, elementos infaltables en toda isla de la Polinesia. Sin embargo, este no fue el caso, y no porque no formaran parte de su paisaje, sino porque lo más impactante de Samoa es su GENTE.

No muy acostumbrados al turismo, todo encuentro con un local es una gran experiencia, donde lo único que pretenden es entablar una conversación amistosa, sin la intención de obtener rédito económico alguno.

Una vez en Apia (capital de Samoa), decidí moverme a Lalomanu, en la costa Este de la isla, donde el Tsunami pegó con gran fuerza en Noviembre del 2009. Sabía que Si quería sumergirme en su estilo de vida, tenía que moverme de la misma forma que ellos. Así que la mejor opción era el "micro" (buses Toyota modelo ‘65, interior y asientos de madera, ventanas sin vidrio, muy coloridos y pintorescos).

Después de 2 horas de esperar sentado en el micro, el chofer se decidió a comenzar su recorrido. Pilas humanas en cada asiento, canastos con cerdos cocidos y cocos en el pasillo para vender en el mercado, y música Samoana a todo volumen, hicieron de ese viaje algo inolvidable. Pasamos por muchas villas en el camino, donde se podía realmente sentir el Fa´a Samoa. Mientras que el sol pega fuerte la mayoría duerme donde pueda, ya sea en sus "Fales" (vivienda tipo choza de techo de paja, columnas de tronco de palmera, y sin paredes) o casas, o hasta sobre las tumbas de parientes difuntos, las cuales por costumbre siempre se encuentran en el frente de cada casa. En cuanto cae el sol, todos se juntan a jugar en cualquier pedacito de terreno al rugby, su deporte favorito.

Ya en Lalomanu, se podía ver lo que dejó el Tsunami en su paso; escombros por todos lados, basura, bases de concreto donde en algún momento hubo fales o casas, y playas destruidas. Sólo una de las familias del lugar pudo, a través de donaciones que llegaron de todo el mundo, reconstruir una de las playas, volver a levantar fales y así poder seguir con el negocio de hospedaje para "palangis" (gente blanca o turistas).
En esos días pude conocer algunas de las historias de ese trágico día, como el turista uruguayo que salvó a "Ake", niña perteneciente a la familia dueña de las fales, que se encontraba en el techo de una de ellas, antes de que viniera la segunda ola. O como "Otele", empleado del lugar, que se convirtió en héroe cuando después de ver que el mar retrocedía levantó a piedrazos a todos los turistas que dormían sin saber lo que se venía. Y algunas otras historias no tan afortunadas, como la de las gemelas australianas que luego de la primera ola volvieron a su fale a buscar sus cosas, y desaparecieron con ella. Y así muchas historias más. Pero más importante que el Tsunami, es el modo en que la gente de Lalomanu sigue sonriendo, a pesar de todo lo que pasó.

Tuve la posibilidad de compartir muchas cosas con ellos. Tocatas de rugby, fogones, guitarreadas, tardes de longboard, domingos de Iglesia (son increíblemente religiosos, cada pueblo o villa tiene por lo menos 2 Iglesias de distinta religión, y el Domingo es un día de descanso y meditación, donde toda actividad fuera de eso está muy mal vista), almuerzos familiares, etc.

Nunca vi a nadie riendo de la manera en que lo hacen ellos, ni tampoco la amabilidad extrema que reina en el lugar. Todo esto hizo que este viaje fuera algo inolvidable y, afirmar que a pesar de todo lo que les pasó y de todas las cosas de las que carecen (demostración de que se puede vivir con muy poco), los samoanos son las personas más felices del mundo”.

 




Un Viaje que nunca terminará, Homenaje al Cebo por La Skandalosa

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